Ley Nacional de Calidad de Aire

Ley Nacional de Calidad de Aire

Como medida de mitigación de la grave contaminación atmosférica en la ciudad de México, que se agudizó a finales de los años 80´s se mejoraron las gasolinas fabricadas por Petróleos Mexicanos, eliminando el tetraetilo de plomo y utilizando en su lugar, metil terbutil éter. Y como respuesta a la contingencia ambiental en la ciudad de México del invierno de 1989, cuando se implementó el programa emergente y temporal denominado Hoy no Circula. En 1993, la Secretaría de Salud emitió las primeras y únicas normas oficiales mexicanas de calidad de aire que tenemos con el objetivo de regular los límites máximos de los contaminantes del aire. Me refiero a la NOM-025-SSA1-1993 de partículas suspendidas totales (PST), partículas menores de 2.5 micrómetros (PM2.5) y partículas menores a 10.0 micrómetros (PM10), la NOM-020-SSA1-1993, de ozono (O3), la NOM-021-SSA1-1993, de monóxido de carbono, la NOM-022-SSA1-1993, de dióxido de azufre (SO2), la NOM-023-SSA1-1993 de dióxido de nitrógeno (SO2) y la NOM-026-SSA1-1993, de plomo (Pb). A pesar de que nuestra Ley Nacional de Metrología y Normalización exige la actualización de cada una de nuestras normas oficiales mexicanas, cada 5 años. Nosotros solo hemos hecho modificaciones a la NOM-025-SSA1-1993 en 2005, a la NOM-020-SSA1-1993 en 2002 y a la NOM-022-SSA1-1993 en 2010. Por lo que hemos sufrido un rezago enorme respecto de las recomendaciones que nos hace la Organización Mundial de la Salud. Por ejemplo en el caso del material particulado PM2.5, nuestra NOM-025-SSA1 se encuentra 160 % por arriba de lo recomendado por la OMS; en material particulado PM10, estamos 140 % por encima de la recomendación de la OMS. En el caso de la NOM-020-SSA1, de Ozono, estamos 50 % por encima de lo recomendado por la OMS; en el caso de la NOM-023-SSA1, de dióxido de nitrógeno, estamos 98 % por encima de lo recomendado por la OMS. En el caso de la NOM-021-SSA1, de monóxido de carbono, estamos 25 % por encima de lo recomendado por la OMS y finalmente la NOM-022-SSA1, de dióxido de azufre, estamos 1,440 % por encima de lo recomendado por la OMS. Todo ello, gracias a la inexplicable e irresponsable actitud de nuestra Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, COFEPRIS.

Para que podamos resolver el grave problema de la contaminación atmosférica que tanto nos afecta, no es suficiente que estemos monitoreando solo cinco normas de contaminantes “criterio”. La Organización Mundial de la Salud nos ha informado desde el año 1999, que además de esos contaminantes, existen cuando menos otros 16 contaminantes con efectos carcinogénicos y otros 39 compuestos con otros efectos en la salud que no son carcinogénicos, pero que son tóxicos, que se encuentran en el aire ambiente. Además del carbono negro que se genera por la quema de la biomasa, que sigue siendo una pésima costumbre de nuestros productores agrícolas. También existen enormes emisiones de NOx provenientes de la aplicación de los fertilizantes nitrogenados en los suelos agrícolas mexicanos, que nunca han sido consideradas, que son precursores de ozono y calientan el planeta.

El origen de la mayoría de las emisiones contaminantes generadas por todas las actividades de la sociedad moderna, se debe al extenso uso de combustibles fósiles, en todas sus presentaciones, me refiero al carbón, gas natural, gas licuado de petróleo (LP) que es butano/propano, gasolinas y combustóleo. Las otra emisiones son generadas por innumerables fuentes fijas de todos los procesos industriales, desde la fundición, plantas termoeléctricas, petroquímica básica, refinación del petróleo, química de proceso, de fertilizantes, de pinturas, alimentaria, de explosivos, metalmecánica, automotriz, textiles, muebles, almacenamiento y distribución de hidrocarburos, etc. Además de la minería, que cada día cobra más relevancia en nuestro país. Además del material particulado que emiten las pedreras, caleras y cementeras. Y de las emisiones de metano, que se generan por la descomposición y biodegradación de la materia orgánica, tanto de la fracción orgánica de los residuos sólidos urbanos como de las heces fecales de las granjas avícolas, lecheras y porcinas y de la cría doméstica de cerdos, pollos, borregos, chivos, caballos, etc. Debemos agregar también la mala disposición final de las heces fecales de los millones de mascotas que tenemos en nuestros hogares.

Y por supuesto las emisiones contaminantes de más de 35 millones de vehículos automotores que circulan en las calles de nuestras ciudades y las viejas carreteras de nuestro país, cada vez más congestionadas. El transporte aéreo es una fuente muy importante de emisiones que no ha sido considerada en nuestros estudios e inventarios de emisiones. Además generamos también emisiones de compuestos orgánicos volátiles provenientes del uso de más de 100 millones de litros/anuales de disolventes petroquímicos (thinneres) en los procesos de pintado de casas habitación de automóviles y camiones que se realizan en espacios abiertos.

Pensar que con el monitoreo de esos cinco contaminantes criterio, vamos a resolver el grave problema de la contaminación atmosférica, que nos cuesta aproximadamente $ 500,000 millones de pesos anuales, de acuerdo con la cifras oficiales del INEGI, que equivale a 3 % del PIB, es simplemente imposible.

La ausencia de una política nacional de calidad de aire esta manifiesta en nuestros planes de desarrollo y para demostrarlo simplemente quiero destacar que nuestro modelo de transporte está basado en el modelo norteamericano: automotores de combustibles fósiles, sobre llantas y en carreteras de asfalto. Aviones con turbosina. Nuestros aparatos domésticos como la estufa y el calentador de agua, son de gas LP o gas natural. Nuestra energía eléctrica sigue siendo producida todavía en un 70 % mediante la quema de combustibles fósiles, en las contaminantes termoeléctricas de CFE.

A pesar de que ya tenemos 25 años discutiendo formalmente el calentamiento global, desde la Cumbre Internacional sobre Medio Ambiente, realizada en Río de Janeiro, Brasil del 3 al 14 de junio de 1992, dando como resultado la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, reafirmando la Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, aprobada en Estocolmo el 16 de junio de 1972 y habiendo publicado nuestra Ley General de Cambio Climático el 6 de junio de 2012, con vigencia a partir del 10 de octubre del 2012. Y a pesar de estar vigente la nueva Ley de Transición Energética publicada el 24 de diciembre del 2015 y con vigencia del día 25 de diciembre de 2015, con metas específicas señaladas en el artículo transitorio tercero que a la letra dice: “La Secretaría de Energía fijará como meta una participación mínima de energías limpias en la generación de energía eléctrica del 25 por ciento para el año 2018, del 30 por ciento para 2021 y del 35 por ciento para 2024.”Nuestro país sigue sin una estrategia nacional o más bien sin una política pública de calidad de aire que involucre no solamente el abandono de los combustibles fósiles para adoptar las nuevas energías renovables, sino que a través de una nueva Ley Nacional de Calidad de Aire, se establezcan clara y puntualmente los compromisos de todos los sectores de nuestro país, incluídos los tres niveles de gobierno federal, estatal y municipal, el sector privado y la sociedad en general, para dar cumplimiento a nuevas formas de generación de energía eléctrica, no solamente mediante los paneles y celdas solares, molinos de viento o nuevos equipos para aprovechar la energía mareomotriz o el uso de celdas de hidrógeno en el caso de los vehículos automotores, además de la producción obligada de vehículos eléctricos.

Sino también deberá ser obligatorio el aprovechamiento energético de nuestros residuos peligrosos y de nuestros residuos sólidos urbanos en sus dos fracciones: la inorgánica, como el reciente proyecto del gobierno de la Ciudad de México, que licitó una planta de Termovalorización de aproximadamente 4,600 tons/día de la fracción inorgánica de los residuos sólidos urbanos que se recolectan en la megaurbe y que pronto, licitará también un proyecto de aprovechamiento energético de aproximadamente 2,500 toneladas diarias de la fracción orgánica de los residuos sólidos urbanos que recolecta usando la tecnología de biodigestión anaerobia. Ambos proyectos servirán para generar energía eléctrica suficiente para abastecer la totalidad de la energía eléctrica que consumen las 12 líneas del Sistema de Transporte Colectivo (Metro) de la Ciudad de México, que a su vez transportan a más de 6 millones de capitalinos diariamente. También debemos producir combustibles derivados de los residuos, como ya lo hace una cementera.

Debemos de abandonar la mala costumbre de enterrar unas 25 millones de toneladas anuales de residuos sólidos urbanos en los rellenos sanitarios y sobre todo el manejo inadecuado de aproximadamente 28 millones de toneladas/día de residuos sólidos urbanos que esta simplemente tirados a cielo abierto, que no solo generan biogás (que contiene CO2 y metano), sino que contaminan el suelo, el subsuelo, acuíferos superficiales y afectan la salud de los mexicanos.

Esta Ley Nacional de Calidad de Aire deberá definir claramente la obligación del aprovechamiento energético de los millones de toneladas de heces fecales de la actividad pecuaria que al día de hoy están generando millones de toneladas de metano, que es un precursor de ozono y que se pueden convertir en energía eléctrica mediante el uso de biodigestores. Evitando enormes cantidades de emisiones de biogás, para dar cumplimiento a nuestras metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que comprometimos en el Acuerdo de París.

En cuanto al sector privado productivo, será necesario que se establezcan claramente los objetivos y metas del uso de las nuevas energías renovables, tanto en sus procesos productivos donde requieren de vapor de agua para sus procesos, como para generar su propia energía eléctrica. Además de promover el uso de vehículos eléctricos de transporte de sus productos o mercancías como para el traslado de sus empleados. Además de que se tendrá que aplicar una nueva normatividad especial para cada uno de esos procesos productivos que generan emisiones contaminantes específicas, quienes deberán evitarlas en programas de acción a mediano y largo plazo, mediante el cambio de tecnologías o mediante el uso de secciones especiales de tratamiento fisicoquímico de dichas emisiones.

En cuanto a la quema de la biomasa, que desafortunadamente siguen practicando nuestros productores agrícolas, se deberá establecer un programa nacional de educación y concientización del sector agrícola a fin de que se comprendan que dicha quema (de socas, de pata o de esquilmos o rastrojo, como coloquialmente se conoce la quema de la biomasa) afecta nuestra salud y destruye su suelo agrícola. Por lo que debe quedar formal y totalmente prohibida.

En cuanto a los gobiernos federal, estatal y los Ayuntamientos deberán dar el ejemplo de esta transición energética cumpliendo cabalmente las metas establecidas en el artículo transitorio tercero de la Ley de Transición Energética, a partir del 2018 utilizando cuando menos el 25 % de su energía eléctrica de fuentes de energías limpias.

En tanto no establezcamos esta política pública de calidad de aire mediante la implementación de una nueva Ley de Calidad de Aire, seguiremos perdiendo no solamente el 3 % de PIB en términos de competitividad como país, sino seguiremos pagando las consecuencias de respirar esta pésima calidad de aire, que dicho sea de paso, tenemos el primer lugar de los países del OCDE, con la peor calidad de aire, desde el año de 1994 que ingresamos al club de los ricos. Eso sin contar los 20,000 mexicanos que cada año mueren anticipadamente por la contaminación atmosférica.

Ing. Carlos Alvarez Flores, Presidente de México, Comunicación y Ambiente, A.C. www.carlosalvarezflores.com y twitter @calvarezflores

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