Ing. Carlos Alvarez Flores
Presidente de México, Comunicación y Ambiente, A.C.
Para comprender el nuevo concepto de Ciudades Sustentables, es necesario dar una mirada a la historia de nuestra civilización. Roma es el mejor ejemplo de lo que puede significar un centro urbano. Con más de 3,000 años de historia, Roma, la “ciudad eterna” es el prototipo de lo que conocemos en nuestra cultura contemporánea, como ciudad. Cuna del imperio más importante de la civilización antigua que llegó a comprender más de 3,5 millones de kilómetros cuadrados y aproximadamente 70 millones de habitantes. El hombre es un animal social y político que ha decidido convivir en estos “asentamientos humanos”, que no solamente deben ofrecer la “vivienda” para sus habitantes, sino que también deben satisfacer sus necesidades de alimento, educación, vestido y esparcimiento. Sin embargo, las ciudades o centros urbanos tienen su propia naturaleza, dependiendo de las condiciones geo-hidrológicas de suelo, donde se ubican. Así por ejemplo, tenemos grandes ciudades a orillas de los ríos, lagos y del mar, que tienen que dotarlas de cierta infraestructura diferente a las de las ciudades que están dentro de los continentes. En la época moderna, hemos visto crecer estos centros urbanos, en megalópolis, que albergan cada día a más y más seres humanos.
El crecimiento poblacional mundial desmedido que se ha registrado en los últimos 214 años, de 1,000 millones de habitantes en el año 1,800 a 7,250 millones en el año 2014, ha llevado estos “centros urbanos o ciudades”, que originalmente cumplían con una convivencia pacífica y con un nivel de calidad de vida alto (sin prisas ni contaminación), satisfaciendo las necesidades de sus habitantes. En los últimos 60 años, esta convivencia cada día se deteriora más y más, debido entre otras razones, al desarrollo científico y a la tecnología que nos han proporcionado la “modernidad” con la que vivimos. Tenemos nuevas “necesidades” de transporte, alimento, educación, deporte, vestido y esparcimiento, que han llevado a este modelo de convivencia a un “funcionamiento obsoleto y anacrónico”. Como nadie, ni los expertos urbanistas de los años 60’s establecieron criterios de “límites del crecimiento” a las urbes o ciudades modernas; hemos creado estos monstruos de asfalto y concreto, que son simplemente aglomeraciones urbanas densamente pobladas. Es preciso señalar que estas “ciudades” son en realidad “zonas conurbadas”. Menciono solo las primeras 25, que albergan más de 11 millones de habitantes: Tokio(38.19), México (27.71), Nueva York (23.63), Bombay (22.92), Seúl (21.55), Sao Pablo (20.55), Shanghai (19.90), Yakarta (19.87), Dehli (19.55), Los Angeles (18.16), Osaka (17.41), El Cairo (16.79), Calcuta (16.17), Daca (15,46), Estambul (15.31), Moscú (15.09), Buenos Aires (14.72, Teherán (13.82), Londres (13.70), Pekín (13.24), Manila (12.60), Río de Janeiro (12.36), Paris (12.07) y Rin-Hur (11.90).
Aunque el concepto de ciudad o centro urbano es difícil de definir, debido a la naturaleza y variedad de sus condiciones físicas y socioeconómicas. Quiero referir algunas definiciones de principios del siglo XX, como la de Le Corbusier (1924): “una ciudad es el centro de la vida y de trabajo intensos”. Milton Wirth (1938) la define como: “un asentamiento relativamente grande, denso y permanente de individuos, socialmente heterogéneos”. Borja (2000), como un “conjunto de espacios públicos rodeados de edificios y de árboles”. Una definición moderna (2008), de una ciudad sustentable, como la del Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial de Colombia, que la define como: “aquella que integra la dimensión ambiental, combina el desarrollo económico, la elevación de la calidad de vida y el desarrollo social de su población, sin agotar la base de los recursos naturales renovables en que se sostiene, ni deteriora el medio ambiente o el derecho de las generaciones futuras a utilizarlo para la satisfacción de sus propias necesidades”. Por otro lado Girardet (2000), aporta que una ciudad sostenible debe combinar “eficiencia energética y tecnología limpia, además se requieren políticas de transporte que desalienten el uso rutinario de los coches, siendo prioritaria la reorganización de los planes urbanos que reduzcan las distancias entre el hogar, el trabajo y los comercios”. Sin embargo, ninguna de ellas está suficientemente actualizada. Ahora, debemos contemplar un nuevo problema: el calentamiento global. Es por eso que debemos tener una nueva visión integral, diferente a lo que los urbanistas de los 70´s denominaban el “desarrollo urbano”, concepto ahora, obsoleto.
Es muy importante conocer la transformación que registró México en el período 1900-2005. En 1900, el país contaba con tan sólo 32 localidades de 15 mil habitantes o más donde residían 1.4 millones de personas, 10.4% del total. En 2005 existían 382 localidades de este tamaño, las cuales alojaban a 67.4 millones de personas, 65.3% de la población nacional. La urbanización de México se registró durante el siglo XX, a través de dos grandes transiciones que condicionan el desarrollo socioeconómico de cualquier nación. La primera, la transición demográfica, que consistió en el descenso de los niveles de mortalidad y como consecuencia México pasó de 13.6 millones en 1900 a 97.5 millones en 2000 y la segunda, la transición urbana, ocasionada por la permanente migración del los mexicanos del campo a las ciudades.
Cien años después, México tenía 366 localidades de este tamaño, las cuales alojaban a 61.7 millones de personas, 63.3% de la población nacional. Mientras que la población total multiplicó siete veces su tamaño, la población urbana lo hizo 44 veces, en tanto que el número de ciudades se incrementó once veces. De 1940 a 1980, México registró una urbanización acelerada la población total del país; creció a tasas del orden de 3% anual, las más altas en la historia reciente de México y su tamaño se incrementó más de tres veces, al pasar de 19.6 millones en 1940 a 66.8 millones en 1980. Esta expansión demográfica, se combinó con un intenso proceso de industrialización, cuya principal consecuencia fue el aumento extraordinario de la migración del campo a las ciudades, lo que a su vez provocó un crecimiento todavía mayor de la población urbana, con tasas alrededor de 5.7% anual. Esta población multiplicó nueve veces su volumen, de 3.9 a 36.2 millones de habitantes, y acrecentó más de dos veces su participación en la población nacional, de 20.0 a 54.2%, lo que transformó a México en una nación predominantemente urbana.
De 1980 a 2005, la población total del país disminuyó notablemente su ritmo de crecimiento, cuyo promedio anual pasó del orden de 2.0% en los últimos 20 años del siglo pasado y a 1.0% en el primer quinquenio del siglo XXI, y su monto aumentó de 66.8 a 103.3 millones de habitantes. En estos veinticinco años, el número de zonas urbanas aumentó de 243 a 382. La mayor parte de este incremento correspondió a ciudades menores de 100 mil habitantes, cuyo número pasó de 191 a 299. 17 ciudades se incorporaron al rango de 500 mil a menos de un millón de habitantes. Nueve ciudades tuvieron tasas de crecimiento mayores a 3.0% anual: San Luis Potosí (3.2%), Querétaro (4.1%), Cuernavaca (4.2%), Aguascalientes (3.5%), Saltillo (3.4%), Hermosillo (3.1%), Cancún (11.7%), Tuxtla Gutiérrez (5.4%) y Reynosa (3.9%). El conjunto de las 18 ciudades que en 2005 se ubicaban en el rango de 500 mil a menos de un millón de habitantes incrementó su participación en la población urbana de 15.3 a 18.4%, y contribuyó con más de la quinta parte (21.9%) del incremento demográfico urbano del período 1980-2005, proporción ligeramente mayor a la que aportaron las dos principales ciudades del país, México y Guadalajara. En esta etapa, el grueso de las ciudades de 100 mil a menos de 500 mil habitantes también experimentó ritmos de crecimiento mayores a la media urbana. 36 de las 57 ciudades que en 2005 se ubicaban en este rango registraron tasas promedio superiores a este nivel. 22 de estas ciudades registraron un crecimiento mayor a 3.0% anual. Esta valiosa información pertenece a “La Transición Urbana de México 1900-2005” de Carlos Anzaldo y Eric Alan Barrón.
Esta transición urbana desordenada de nuestro país, ha tenido un costo ambiental y de salud muy alto y para demostrarlo debemos conocer la información que publicó en mayo del 2011, el INEGI: informó que en 2009 la actividad económica en nuestro país, fue responsable de un costo ambiental del 7.9 % del producto interno bruto (PIB) que equivale a 941,670 millones de pesos. El mayor costo provino de la contaminación atmosférica: 520,300 millones de pesos; nuestro “consumo” en nuestros hogares, genera un agotamiento de recursos naturales y degradación ambiental que cuesta 243,016 millones de pesos, el 25.8 % del total. Por agotamiento de hidrocarburos: 178,900 millones de pesos. Por degradación de suelos: 70,900 millones de pesos. Por contaminación de agua: 69,900 millones de pesos y por indebido manejo de nuestros residuos sólidos urbanos: 40,700 millones de pesos.
La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) que agremia a 34 países del mundo, dijo en su reporte del 27 de mayo de 2011: México no es verde, es gris. Porque es uno de los países con peores condiciones ambientales tanto en la satisfacción de sus habitantes como en el manejo de sus recursos naturales. Somos la tercera peor economía en el “índice de mejor vida”, con una calificación de 5.60. A diferencia de Suecia de 10.0 y Nueva Zelanda de 9.7 en una escala de 1 a 10. Somos la sexta economía en recursos hídricos y tenemos el peor sistema de conservación y reciclaje de agua. México es el país con la peor calidad de Aire, con 32.7 microgramos/metro cúbico de aire de contaminantes contra el promedio de 22.0 microgramos/metro cúbico de contaminantes que tienen los restantes 33 países de la OCDE.
El Consejo Nacional de Población estimó que el 1º de julio de 2013, México alcanzaría los 118.4 millones de habitantes. Esta noticia nos debe hacer reflexionar sobre nuestro elevado crecimiento poblacional. Debemos reducir el número de hijos por matrimonio, a solamente 2 o si es posible, a uno, por cada matrimonio. Europa central ya lo hizo y China también. En cuanto a nuestro modelo de ciudades, es indispensable cambiar radicalmente nuestra forma de “desarrollo”. Debemos modificar nuestras malas costumbres de construir casas-habitación con techos planos, que se asemejan a cubos que son perfectos asadores que atrapan el calor, en lugar de adoptar nuevos modelos arquitectónicos con techos en forma de conos, para que el aire caliente pueda salir de forma natural, como en Europa.
Los arquitectos deben rediseñar nuestras viviendas para aprovechar los vientos y la luz solar, ahorrando energía eléctrica en equipos de ventilación y de aire acondicionado. Debemos usar calentadores solares en lugar de equipos de gas para calentar agua de la regadera; debemos cambiar el paradigma del uso de la energía eléctrica, evitando el derroche de energía en el uso de todos los aparatos eléctricos y electrónicos que usamos en casa: el refrigerador, estufa, microondas, horno eléctrico, licuadora, batidora, aspiradora, lavadora, secadora, televisores y computadoras; debemos desenchufar todos los equipos mientras no los usemos, salvo el refrigerador. Debemos usar autos pequeños eléctricos o transporte público eficiente, en lugar de usar autos de 6 u 8 cilindros de gasolina.
Debemos cambiar nuestra forma de vivir, de consumir y de transportarnos. Sobre todo debemos pensar en nuestro futuro caluroso, debido a este inevitable calentamiento global. Seguiremos enfrentando cada día, temperaturas más altas, como las que acaba de publicar el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en donde señala que de acuerdo con los estudios realizados de 2001 al 2010, se registraron las temperaturas más altas del planeta desde 1850, cuando se iniciaron los registros del clima global. De acuerdo con las predicciones del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en la próxima década, más de 3,000 millones de habitantes sufrirán escasez agua. Y para el año 2025, la demanda de agua se incrementará en 40 % y dos tercios de la población mundial vivirán en estrés hídrico. No olvidemos que, anualmente, mueren más de 1.4 millones de niños menores a 5 años, por falta de agua potable. Debemos cambiar nuestra forma de usar este valioso líquido que es indispensable para la vida. Me refiero a que es un crimen usar 6 litros de agua potable para descargar 100 mililitros de orina de un persona, dos o tres veces al día, en las tazas de baño; como también lo es, usar de 80 hasta 120 litros de agua, en un baño de regadera. Quiero hacer una crítica a todos los arquitectos e ingenieros civiles que su corta visión, nunca les permitió diseñar viviendas con sistemas para captar el agua de lluvia. Ya no digamos pensar en dos drenajes separados, para manejar las aguas grises, las del baño, el lavabo y el fregadero de una vivienda y otro para el drenaje de las tazas de baño (con las heces fecales) y aprovechar las aguas grises en riego de jardines o para reusarse en la misma taza de baño. También es un crimen no reciclar las aguas residuales de los ayuntamientos y de las fábricas. Es urgente que tengamos más conciencia en el uso del agua.
En cuanto a la movilidad en las ciudades modernas, debo decir que, por ejemplo en Seúl, Corea, donde estuve en enero del 2010, tienen muy claro el tema de la movilidad. Nuestras ciudades en México, tienen un trazo de hace cientos de años; más bien, no tienen un diseño. Por ejemplo la ciudad de México, D.F. está sobre el trazo de hace 500 años. Ciudades como Houston, San Antonio y Miami, que no tienen más de 200 años, fueron diseñadas sobre superficies planas con espacios urbanos proyectados hasta 50 años o más. Ciudades como Guanajuato capital, Jalapa o Zacatecas, no permiten transitar miles de automóviles y camiones.
No es posible que sigamos creando y construyendo monstruos urbanos, como Playa del Carmen, Querétaro y León , que son ciudades que están creciendo a un ritmo mucho mayor que el promedio nacional, sin las nuevas exigencias de la convivencia en megaciudades. La calidad de vida, se mide en función de la satisfacción de nuestras necesidades: vivienda, alimentación, educación, deporte, cultura, movilidad, transporte y esparcimiento. En nuestras megaciudades, el tiempo nunca nos alcanza y es donde hacemos este dispendio de energía y de recursos naturales. Perdemos un tercio de nuestra vida en los automóviles, transportándonos de un lugar a otro, para ir al trabajo, a la escuela, de compras, al club o al cine. Debemos recapacitar en esta importante pérdida de tiempo, además de la pérdida de productividad como país. En conclusión: si queremos tener una calidad de vida mejor, debemos cambiar. O seguir viviendo con estrés urbano y aire contaminado que cada día nos enferma más y más.
De acuerdo con los nuevos criterios de desarrollo sustentable, de economía verde y de economía baja en carbono, para poder tener ciudades sustentables; debemos rectificar nuestro “desarrollo”, considerado éste, como la forma natural de evolución de la especie humana. Me refiero a las 8 nuevas dimensiones que deben atender las “ciudades” con criterios de sustentabilidad: 1.-Gestión integral de residuos; separación y reciclamiento; practicar una producción y consumo sustentables. 2.-Gobernanza ambiental; cumplimiento cabal de la normatividad ambiental por todos los actores sociales. 3.-Recursos Hídricos; gestión integral de agua: ahorro, uso racional, sistemas de captación de agua de lluvia y reciclamiento con tecnologías modernas de tratamiento de aguas residuales. 4.-Uso de suelo; revertir el crecimiento urbano con criterios especulativos y de rentabilidad inmobiliaria. Redefinir suelo urbano, espacios verdes, zonas de alto riesgo, suelo periurbano y áreas de conservación. Recuperar suelos agrícolas 5.- Movilidad Urbana; nuevas vialidades y modificar las formas de transporte en la ciudad, horarios escalonados de trabajo y uso de bicicleta. 6.-Sustancias Químicas; reglamentar el uso de sustancias altamente tóxicas y ordenar su manejo y destrucción. 7.- Calidad de Aire; modernizar el monitoreo de contaminantes en el aire, incluyendo sustancias que recomiendan las Guías de Calidad de Aire de la OMS. 8.- Cambio Climático; mitigación (reducción de emisiones de GEI) y adaptación al cambio climático, uso de energías verdes o limpias (eólica, solar, mareomotriz y la atómica), recuperación de suelos, reforestación; modificar la arquitectura tradicional de la vivienda, para aprovechar viento y luz, con captación de agua de lluvia y reutilización de aguas grises. Debemos usar paneles solares.
Para tener una mejor calidad de vida en nuestras anacrónicas ciudades, debemos realizar estos cambios en nuestro “desarrollo”. Para ello, es necesario modificar el marco legal, a través de las nuevas Leyes Estatales de Cambio Climático y en consecuencia establecer los Programas de Acción de Cambio Climático Municipales, a los que se refiere la nueva Ley Federal de Cambio Climático, que publicó el gobierno federal el 6 de junio de 2012 y la Estrategia Nacional de Cambio Climático, que el gobierno federal, presentó el 3 de junio del 2013 además del Programa Especial de Cambio Climático 2014-2018, el Programa Especial de Producción y Consumo Sustentables 2014-2018, el Programa Especial para el Aprovechamiento de Energías Renovables y el Programa Nacional para el Aprovechamiento Sustentable de la Energía 2014-2018 que fueron publicados en el Diario Oficial de la Federación el 28 de abril del 2014.
2 Comments
Hola que tal. El objetivo de este mensaje es pedirle orientación sobre el manejo de residuos sólidos urbanos. Empecé a escuchar sus comentarios sobre ecología en el programa de Radio Red con Jesús Martín Mendoza y pienso que es muy interesante su trayectoria en estos temas. La situación es esta, tengo mucha ropa vieja que no la aceptan en los albergues y no la quiero tirar directamente al camión de la basura porque esta limpia y no quiero que se revuelva con otros desperdicios, además de que no quiero que llegue cada vez más basura a los rellenos sanitarios. Lo que quiero saber es donde puedo dejar estos desperdicios de tela para que se pueda procesar y reciclar de una manera apropiada. Se que se pueden utilizar en algunos hornos como combustible donde se procesa cemento u otros productos pero no estoy seguro. Lo mismo pasa con zapatos y tenis viejos. Para mi es importante resolver este tema y le agradecería mucho que me pueda ayudar.
¡¡Excelente!!, Dios quiera que lo analicemos, reflexionemos y actuemos, PERO YA o NUESTROS HIJOS LA PAGARÁN. Y USTED Ing. Carlos Alvarez Flores
Presidente de México, Comunicación y Ambiente, A.C. no desmaye en su propósito. GRACIAS, MUCHAS GRACIAS.
Soy profesor y le informo que, tengo un espacio en el colegio donde trabajo al que le he llamado: SABIAS QUE: y ahí publicaré,por secciones, su presentación, claro, respetando su crédito. Gracias de antemano.